11/01/2024

“Decidí volver de Ecuador cuando sentí que ya había cubierto mi cuota de ver cadáveres en la calle”

Esta semana hemos asistido atónitos a la escalada de violencia en Ecuador. Una situación que se viene gestando desde hace años y que nos ha explicado en primera persona nuestro colegiado César Alcácer. Tras más de un lustro trabajando en Guayaquil, en septiembre decidió regresar junto con su mujer, ecuatoriana, y con sus dos hijas adolescentes, ante la inseguridad creciente. Ahora, tras más de 20 años entre Estados Unidos, Reino Unido, Andalucía y Ecuador, este doctor, especialista en gestión hídrica, se ha establecido en Castellón y se encuentra en búsqueda activa de empleo. Beca Fullbright en Yale, proyecto de fin de carrera en Toulouse, doctor en Estudios Medioambientales por la Pablo Olavide, experiencia en América y Europa… He aquí la oportunidad de hacerse con los servicios de un fuera de serie.

Has pasado cinco años y medio en Ecuador. ¿Cuándo y por qué has vuelto?

Regresé a finales de septiembre porque se veía venir la situación de caos que vive el país. Ahora asoma la punta del iceberg, pero hace tiempo que en Ecuador reina el sicarato. Sentí que mi cuota de ver muertos en la calle estaba ya superada. Nos trasladamos allí porque me salió una oportunidad. Mi esposa es ecuatoriana, tenemos dos hijas adolescentes y queríamos que ellas supieran lo que es vivir en un país sudamericano. Son, por lo general, más peligrosos que España, pero la situación allí se volvió insostenible. El narcotráfico se ha desplazado desde Colombia a Ecuador, y los cárteles de la droga han tomado Guayaquil. Han ido creciendo, las bandas se han expandido y la mafia lo ha impregnado todo. Si tienes una tienda, te ‘vacunan’. Es decir, que has de pagar mil dólares al mes para garantizar tu protección. La situación ha ido escalando, y afecta ya a personas que han de pagar el uno o el dos por ciento de su sueldo a las mafias. Desde 2002 había visitado Ecuador seis veces, en estancias de tres a cuatro semanas. Tenías que ir un poco vigilando, primando los desplazamientos en coche, pero no era como en México, Brasil o Colombia, con gran arraigo de la violencia. Pero en Ecuador, a partir de la pandemia, la situación no ha hecho más que empeorar.

¿Has llegado a tener miedo físico?

Claro. Yo trabajaba en una universidad privada y vivía relativamente cerca. En Guayaquil no existen los barrios como tal, son barrios perimetrados con guardias de seguridad, ni siquiera para ricos, son de pura clase media. Nosotros vivíamos en uno de ellos, y el 15 de octubre de 2022 intentaron entrar tres tipos con subfusiles. En el tiroteo con los guardias de seguridad, murió uno de los tres sicarios a 75 metros de mi casa. Constantemente había ajustes de cuentas entre bandas: pasabas con el coche, veías a una multitud y luego al muerto tirado en la acera. Yo viví tres escenas similares, pero cada día, en las redes sociales locales, podías ver varias. Y aunque nunca llegué a tener amenazas, me di cuenta de que en Ecuador, las bandas organizadas estaban echando un pulso al Gobierno.

En los sectores hídricos, los agricultores y los regentes eran escépticos ante el cambio climático, pero ya han tomado conciencia del problema de concentración de lluvias

Llevas desde septiembre en España y te encuentras en búsqueda activa de empleo. ¿Cómo ves el mercado laboral en España para los ingenieros agrónomos?

Veo ventajas y desventajas para nuestra profesión. Los ingenieros agrónomos somos muy versátiles: además de nuestra especialidad, tenemos un poco de civiles, un poco de veterinarios, un poco de biólogos. Gran parte de mi carrera profesional ha estado dedicada a la gestión de aguas, y he recuperado la agronomía en Ecuador. Me he movido mucho laboralmente, y en casi todo lo que he trabajado han sido temas de medio ambiente y gestión hídrica. Sí que veo que hay cierto movimiento en el mercado. Hace años, cuando me fui, muchos de los trabajos que ofrecían a ingenieros agrónomos eran de comercial, pero ahora, muchas de las ofertas que llegan hasta mí son para proyectos. Para muchas ofertas encajamos por nuestra versatilidad, pero a veces no buscan nuestro perfil.

Te colegiste en junio de 2023, supongo que previendo el regreso a la Comunitat Valenciana. ¿Has comenzado ya la búsqueda de trabajo a través de la bolsa el trabajo del COIAL?

Tomé determinación de colegiarme cuando comenté a mis amigos la decisión de volver a España. Me hablaron muy bien del COIAL y su secretario técnico me recomendó colegiarme para acceder a las ofertas laborales de la bolsa de trabajo del colegio. Me han llegado varias ofertas que me encajaban y he llegado a solicitar el trabajo, pero la verdad es que no he tenido respuesta.

El 15 de octubre de 2022 intentaron entrar a nuestro barrio tres tipos con subfusiles. En el tiroteo con los guardias de seguridad, a 75 metros de mi casa, murió uno de los tres sicarios

¿Buscas trabajo en la Comunitat Valenciana o no te importaría salir otra vez fuera de España?

Llevo toda mi vida profesional dando vueltas por el mundo y como he comentado antes, tengo dos hijas adolescentes, por lo que estoy buscando cierta estabilidad a nivel familiar. Me gustaría, en la medida de lo posible, tener la base en Castellón, lo que me da movilidad en la franja comprendida entre Valencia y el Delta del Ebro, y por supuesto, puedo aceptar trabajos que requieran salidas puntuales. Aunque si no sale nada habrá que buscar otra opción.

Has desarrollado gran parte de tu carrera profesional alrededor de la gestión hídrica. ¿Qué balance haces de ese periodo, entre 2002 y 2018?

Muy interesante. Estuve en el primer ciclo de planificación hidrológica ayudando como externo a la Confederación Hidrológica del Guadalquivir, en los procesos de participación pública de los planes hidrológicos a sus destinatarios. En aquel momento había un conflicto enorme entre regantes y ecologistas, encastillados en sus respectivas visiones, que eran opuestas. Pero en los siguientes ciclos, la gestión ya no se veía como algo elitista, que venía impuesto por alguien que ordena y manda. Recuerdo que la primera reunión a la que asistí, en 2005, acabó como el rosario de la aurora entre los representantes de WWF-ADENA y FERAGUA (la Asociación de Comunidades de Regantes de Andalucía). Nada que ver con la última a la que acudí, en 2016, que fue una balsa de aceite, lo cual, sinceramente, me parece un milagro.

Me gustaría, en la medida de lo posible, tener la base en Castellón, lo que me da movilidad en la franja comprendida entre Valencia y el Delta del Ebro, y por supuesto, puedo aceptar trabajos que requieran salidas puntuales

¿Qué es lo que crees que ha cambiado para que se viva esta nueva situación?

Ahora hay más gente que se involucra. He conocido a gente muy interesante que ha sabido comunicar la realidad hídrica a las diferentes partes. Durante el proceso he aprendido muchísimo en el día a día con los regantes y su concienciación para buscar el equilibrarlo con los temas ambientales. En los últimos años participé en un proyecto de entorno virtual de investigación para acercar la ciencia hidrológica a la población. Las instituciones siguen siendo estrictas, pero se acercan más al tema social. Tenemos planes hídricos potentes y buenos planes contra inundaciones, pero seguimos con problemas para compatibilizar los planes de regadío con los trasvases. Las sequías nos van a seguir atacando cada vez más. Frente a eso, gestionamos mejor una menor cantidad de agua. He tenido la oportunidad de trabajar con gente del sector público y del sector privado y el balance es muy positivo. Ha mejorado mucho la cultura del entendimiento: hace años, el regante solo quería agua y no le importaba lo que pasaba aguas arriba o abajo, algo que ya no es así, y el medioambientalista también ha entendido que hay que tener en cuenta las necesidades de los regantes.

¿Cómo has vivido el inicio del cambio climático respecto a los recursos hídricos que has gestionado durante todos estos años?

Hace años establecíamos un vínculo directo entre cambio climático y sequía, había una idea sesgada: ‘somos un país seco y el cambio climático nos va a hacer más secos todavía’. Pero ahora sabemos que lo que hay es un cambio en los patrones climáticos: antes llovía en agosto y septiembre y en abril y mayo. Ahora lo hace de un modo más concentrado, pero en cantidad similar. Eso nos resta capacidad para regular el agua, y este es nuestro principal problema. En los sectores hídricos, los agricultores y los regentes eran escépticos ante el cambio climático, pero ya han tomado conciencia del problema de concentración de lluvias. Quizás ahora no centran tanto los seguros agrarios en la cobertura del granizo y les preocupan más las inundaciones. Hemos entrado en una era donde debemos aprender a gestionar el riesgo.

Lo de ir de un lado para otro y trabajar con diferentes equipos me ha permitido aprender muchas cosas sobre el agua, pero también que ahorita mismo es un tiempo indeterminado y que right now son los siguientes tres segundos

¿Hay mucha diferencia entre las universidades ecuatorianas y las españolas?

Hay una diferencia de base en todos los países en los que he estado, y es que la educación privada, por lógica, siempre está obligada a ser mejor que la pública. En Ecuador, sinceramente, la pública es mala, por lo que la privada no ha de ser esforzarse mucho para superarla, al contrario de lo que sucede, por ejemplo, en España. Por eso, en Ecuador, para estudios como ingeniería agronómica, es necesario un curso preuniversitario porque muchos alumnos, aunque provengan de la privada, llegan con conocimientos muy flojos de cálculo. A cambio, tienen un conocimiento agrícola importante, porque muchos son hijos de agricultores y han crecido muy vinculados a una agricultura que conocen a través de la experiencia, pero no de la ciencia. Como coordinador de la carrera de agronomía era muy fácil acceder a campos de experimentación para trabajar con los agricultores porque están muy necesitados, las generaciones anteriores han sido muy extensionistas y hay poca gente con conocimientos de ingeniería agronómica. Y a nivel de investigación les falta método. Otra diferencia es el volumen de fondos, si quieres hacer experimentación has de pelear mucho para conseguir financiación.

Has estudiado en Barcelona pero no has trabajado en Catalunya, sino que lo has hecho sobre todo en Andalucía y en Reino Unido, además de esta última etapa en Ecuador. ¿Qué ha guiado geográficamente tu carrera?

Cursé la técnica en Barcelona y la superior en Lleida, y cuando estaba acabando la carrera un profesor me comentó la opción de ir de Erasmus a Toulouse para hacer allí el proyecto fin de carrera. Después me concedieron una beca Fullbright en Yale para hacer un máster Ciencia, Política y Gestión de los Recursos Hídricos, lo que me hizo virar de la agronomía al medio ambiente. Cuando regresé de Estados Unidos empecé a buscar trabajo por aquí. Me decían que estaba sobrecualificado pero no tenía experiencia, y supongo que por eso acabé en Inglaterra, una experiencia muy interesante. Aparte de que aprendí mucho sobre inundaciones, en una consultoría aprendes a trabajar en equipos mutidisciplinares, con fechas de entrega y largas jornadas. Después me salió trabajo en Málaga para IUCN, una gran ONG de medio ambiente, acabé el proyecto y me fui a Sevilla, después repetí en Reino Unido y luego volví a Sevilla. Lo de ir de un lado para otro y trabajar con diferentes equipos me ha permitido aprender muchas cosas sobre el agua, pero también que ahorita mismo es un tiempo indeterminado y que right now son los siguientes tres segundos. Así que creo que lo que ha guiado mi carrera ha sido mi interés por seguir aprendiendo.

Tomé determinación de colegiarme cuando comenté a mis amigos la decisión de volver a España. Me hablaron muy bien del COIAL y su secretario técnico me recomendó colegiarme para acceder a las ofertas laborales de la bolsa de trabajo del colegio

Tienes un máster en Gamificación y Transmedia. ¿Por qué estudiaste algo tan diferente de todo lo demás que has hecho?

(Ríe). Siempre me han interesado mucho las dinámicas lúdicas. Hace años, participé en un proyecto en Tanzania y un profesor inglés tenía que explicar a los aborígenes cómo funciona una cuenca. Para ellos, si no llegaba el agua es porque no querían los dioses. Aquel inglés ideó un juego con pelotas, palitos y cajas. Las pelotas estaban en las cajas de arriba, las soltaban, y mediante los palitos las iban cogiendo para llenar cajas intermedias y no las dejaban llegar a las cajas de abajo, que se quedaban vacías. A través de este tipo de actividades, aquel inglés les hizo entender cómo funcionaba la cuenca. Esta experiencia me empujó a hacer el máster en Gamificación y Transmedia. Es una herramienta que me ha ayudado a generar dinámicas con base de juego para diferentes colectivos relacionados con el agua y que han servido para diluir prejuicios, fomentar la participación o concienciar sobre la escasez de recursos.