Celebramos el Día Mundial del Suelo con dos ingenieras agrónomas con la cabeza… y los pies en el suelo
Un tercio de los suelos del planeta están degradados, y otro 44% presenta un nivel de degradación intermedia. Esta preocupante situación es el hilo conductor de los actos del Día Mundial del Suelo, que se celebra el 5 de diciembre y cuyo objetivo es alertar de los problemas que este recurso clave para la Humanidad puede acarrear a corto, medio y largo plazo a nivel global. Con motivo de esta celebración, hemos contactado con dos ingenieras agrónomas que lidian con este problema a diario. Ambas corroboran que aún queda mucho trabajo por hacer.
Pérdida de biodiversidad edáfica, de materia orgánica, la contaminación o los procesos de erosión hídrica. Son algunos de los problemas que los especialistas han abordado en los últimos años en el Día Mundial del Suelo, que se celebra cada 5 de diciembre. En la presente edición, el foco se ha fijado en la degradación del suelo por los procesos de salinización y sodicación.
Salinización, contaminación y desaparición
“Las condiciones medioambientales de nuestro territorio, con pluviometrías escasas y de carácter torrencial, fisiografía abrupta y escasez de recursos hídricos son causa de estos procesos de degradación. Muchas de nuestras tierras del fértil litoral se están salinizando, las huertas del regadío tradicional en las llanuras aluviales inmovilizan contaminantes de diferentes orígenes y en las zonas del interior urge frenar las pérdidas de suelo que se generan en los episodios de lluvia”, arranca Sara Ibáñez, profesora titular de la Unidad Docente de Suelos de la ETSIAMN de la UPV y colegiada del COIAL.
Muchas de nuestras tierras del fértil litoral se están salinizando, las huertas del regadío tradicional en las llanuras aluviales inmovilizan contaminantes de diferentes orígenes…
Dentro de este contexto, el valor económico de la tierra sigue primando sobre su valor edáfico y su potencial agronómico. En la mayoría de los casos se desconoce cuál es la textura del suelo. Lo mismo ocurre con las propiedades de todas y cada una de las capas u horizontes que lo componen, algo que imposibilita conocer su capacidad para captar agua y nutrientes y con ello optimizar el uso de uso de estos recursos.
“Somos conscientes de que la agricultura debe de obtener del suelo su máximo rendimiento manteniendo su calidad y por ello, la planificación de los usos del territorio debe de respetar el medioambiente y garantizar su sostenibilidad”, recuerda Ibáñez.
Estado del suelo versus cantidad o calidad
Pero, ¿cómo conseguimos que se prioricen estas directrices básicas? No es fácil. “En la actual legislación de fertilizantes a nivel nacional, el parámetro por excelencia es la cosecha en parámetros de kilogramos por hectárea, con lo cualno nos estamos centrando en averiguar si estamos mejorando el estado general del suelo sino en la producción o calidad del cultivo a corto plazo”, lamenta Kristell Santander, ingeniera agrónoma cuya empresa, Neval, está especializada en suelos y es partner del COIAL.
No nos estamos centrando en averiguar si estamos mejorando el estado general del suelo sino en la producción o calidad del cultivo a corto plazo.
Si miramos hacia Europa, la cosa se complica aún más. Según recuerda Sara Ibáñez, “la promulgación en los últimos años por parte de la ONU de los 17 ODS y el reciente Pacto Verde Europeo han puesto el foco en el campo agronómico por dos motivos fundamentales: conseguir alimentos saludables y asequibles para toda la población y reservar y mejorar la salud del suelo y la biodiversidad”. Retos que estamos muy lejos de conseguir si no cambiamos el trato que damos a nuestros suelos. El calentamiento global, continúa Ibáñez, “incide directamente en la disponibilidad de agua de riego tanto en cantidad como en calidad; también está alterando, por ejemplo, el ciclo vegetativo de los cultivos al modificar las fechas de floración o el régimen de heladas”. Si a esto le añadimos el objetivo marcado por Europa de reducir a la mitad de los tratamientos fitosanitarios, el reto se convierte en mayúsculo.
Nuevas tecnologías y cambio de prácticas agrícolas
¿Estamos a tiempo de revertir la situación? Kristell Santander asegura que sí. “Los grandes avances técnicos de los últimos años han permitido desarrollar muchas soluciones que contribuyen al aprovechamiento de los recursos del suelo, lo que nos puede permitir mejorar la realidad que en estos momentos nos preocupa”. En su caso, apuesta por un “aprovechamiento de los recursos del suelo mejorando la sanidad y biodiversidad del mismo”. Ella trabaja con microorganismos que permiten conseguir ambas cosas: “Apostamos por un futuro en el que se premie el demostrar que los microorganismos que utilizamos no solo mejoran la producción sino también el estado del suelo”.
En su equipo juegan ‘estrellas del suelo’ como las pseudomonas, los bacillus, las agrobacterium, el rhizobium, el azotobacter, la escherichia o el aerobacter. Con esa alineación consigue solubilizar fosfatos, fijar el nitrógeno, limpiar los nitratos no aprovechables o reducir el ácido férrico.
También Sara Ibáñez apuesta por una mayor presencia de las nuevas tecnologías fruto de la I+D+i, un impulso a la ciencia básica y el cambio de algunas prácticas agrícolas como parte de la solución. Y pone el énfasis en los mapas de suelos: “Es incomprensible que a día de hoy, en la Comunidad Valenciana, las Islas Baleares o Murcia, por citar nuestros territorios más cercanos, no dispongamos de una herramienta tan fundamental en la toma de decisiones como son los mapas de suelos. La información que contienen es imprescindible para comprender y evaluar su degradación y muy especialmente, su susceptibilidad de uso y su calidad. Tampoco se realizan con regularidad y de forma sistemática informes de evaluación de calidad previos para adjuntar a las solicitudes de actuaciones. En un mundo donde la información circula a toda velocidad, sobre la calidad de suelo no hay datos, ni buenos ni malos.”.
Somos conscientes de que la agricultura debe de obtener del suelo su máximo rendimiento manteniendo su calidad y por ello, la planificación de los usos del territorio debe de respetar el medioambiente y garantizar su sostenibilidad
Hay que seguir dando la batalla
Para finalizar, Ibáñez recuerda que la batalla no está perdida aún: “Organizaciones profesionales como el Colegio de Ingenieros Agrónomos de Levante o asociaciones científicas como la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo y su delegación territorial en la CV y la Región de Murcia ponen todo su empeño en lograr estos objetivos, día a día y gracias a un esfuerzo colectivo”.
Y no olvida el papel que los ingenieros agrónomos tenemos asignado en este lucha: “La sociedad exige de nosotros un gran esfuerzo, y nosotros debemos de exigir un mayor compromiso de las administraciones públicas. Tenemos las metodologías de trabajo y tenemos profesionales para abordar la tarea, pero hacen falta mayores inversiones y un mayor compromiso para que se elaboren normativas específicas que garanticen la aplicación de las leyes ya elaboradas. No hacen falta más leyes, solo falta su desarrollo y las herramientas para poder aplicarlas”.
También es muy destacable el esfuerzo en I+D+i dirigido a la desarrollar soluciones que atiendan las necesidades y limitaciones del sistema suelo-planta. Empresas como nuestro partner AFEPASA centran su esfuerzo innovador en el manejo sostenible del conjunto del sistema, atendiendo con ello las necesidades nutricionales de la planta a la vez que se mejoran las propiedades físicas, químicas y biológicas de los suelos.
Con ello se buscan suelos sanos que desarrollen interacciones positivas con la planta maximiza la productividad y la sostenibilidad de la producción. Como siempre, el conocimiento y el incremento de la capacidad de análisis está permitiendo pasar del estudio de entes aislados a sistemas en los que el control de las interacciones juega a favor de la sostenibilidad.