El partner que llegó de Almería para hacer la guerra biológica al cotonet
La revolución tecnológica que estamos viviendo incluye también a insectos, hongos entomopatógenos, nematodos, feromonas de confusión sexual o atrayentes. Estos organismos, algunos microscópicos y otros no, son cada vez más eficientes en la lucha contra las plagas que afectan a cultivos, porque los sabemos emplear mejor. Constituyen una alternativa al uso de fitosanitarios, una herramienta que cada día está siendo más restringida.
Medio siglo de antigüedad
Los inicios del control biológico de plagas se remontan a la Holanda a mitad del siglo pasado, cuando una empresa de aquel país logró utilizar el phytoseiulus persimilis para combatir contra la araña roja en el pepino y se convirtió en pionera de estas técnicas, que se comenzaron a comercializar hace 55 años. Aunque no es menos cierto que estas prácticas suceden desde hace 350 millones de años, desde que hay artrópodos en la tierra.
En España, la actividad investigadora en este campo comenzó hace aproximadamente 20 años en Almería, cuando diferentes plagas amenazaban con dinamitar la producción de pimiento rojo. La difícil situación animó a los diferentes productores a aliarse para encontrar soluciones. Y las encontraron en la lucha biológica. Aquel episodio propició el nacimiento de numerosas empresas que se especializaron en este tipo de soluciones para acabar con las plagas.
Desde entonces, diferentes firmas españolas han centrado su actividad en este campo hasta conseguir una treintena de soluciones biológicas diferentes para las diversas plagas que amenazan la producción de cosechas. Una de ellas fue Biosur, radicada en la misma Almería, que ya trabajaba en la cría de abejas para la polinización y que desde la crisis del pimiento ha desarrollado diferentes sistemas con depredadores de varias especies.
Biosur, nuevo partner del COIAL
Biosur acaba de estrenarse como partner del COIAL. Su delegado comercial, el ingeniero agrónomo Antonio Soler, nos habla de las ventajas de la lucha biológica contra plagas. En concreto, sobre el cotonet sudafricano, que en los últimos años supone un quebradero de cabeza para los citricultores valencianos. “No se trata de si estas soluciones calan en el agricultor o no. En la zona de Valencia calan porque los productores no disponen de más herramientas para luchar contra el cotonet. Están muy agobiados con el sistema convencional. Las limitaciones en el uso de plaguicidas y la resistencia que muchas plagas han desarrollado contra estos productos debido a su uso indiscriminado dejan poco margen y obligan a buscar soluciones en la lucha biológica”, explica Soler. De esta manera, todo queda en manos (o en las fauces) del crypotolemus, depredador del cotonet.
“En la actualidad, todas las empresas de insectos estamos en el mismo punto: tenemos de referencia zonas donde se usa el control biológico desde hace tiempo y estamos en fase de ensayo contra el cotonet sudafricano”, añade Soler, que estudió en la UPV y tiene un recuerdo para Rafael Laborda, profesor titular de la UPV que falleció el año pasado. “Fue el primer docente a quien he oído hablar de este tipo de soluciones. Y ponía el énfasis en la instalación, es decir, conseguir que los depredadores se queden en el lugar donde sus servicios son útiles. Laborda descubrió que al plantar un níspero en campo de cítricos te ahorrabas muchos tratamientos, porque servía de huésped para los insectos depredadores de plagas”. En 2018, desde el COIAL informábamos de un descubrimiento similar en Murcia. En este caso, el stethorus y la papaya.
Hace falta un cambio de mentalidad
“En la naturaleza hay mucha biodiversidad, pero a todos nos viene mejor hacer un monocultivo. Quiero mi finca limpia, sin hierbas ni un solo insecto, hay que eliminar todo lo que presuntamente va a perjudicar a mis cultivos”, recita Soler, quien aboga por acabar con esos mantras: “Hay que tener de todos los insectos, los que son beneficiosos y los que no, pero controlados por debajo de los umbrales que causan daños económicos inasumibles , y en cuanto a la flora, hay que tener la mayor diversidad posible, porque las plantas tiene asociados unos microorganismos de los que prescindimos si las eliminamos. Tenemos que buscar una imitación de la naturaleza en todos los niveles posibles. Se parece mucho a la conversión a agricultura ecológica. Los agricultores que hacen este cambio sufren los tres primeros años. Si se reduce tratamiento en una finca, el primer año te va a ir peor, porque tienes un hábitat desequilibrado y te va a dar efecto negativo. Pasa igual que con el sistema inmunológico humano”.
Una de las últimas tendencias en la lucha de plagas es identificar qué especies se adaptan bien a cada zona: “Es fácil que un insecto que yo venda en Valencia no lo pueda vender en Murcia, porque no es su hábitat. Por eso, cada vez se va seleccionando más cada especie, no solo por las plagas con que es capaz de acabar, sino también por su procedencia, lo que nos puede dar pistas sobre si será capaz de adaptarse a hábitats similares situados en diferentes territorios”.
No queremos acabar sin preguntar a Antonio sobre el futuro del control biológico de plagas: “Entiendo que en 2030 habrá otro panorama. Estamos en el camino de hacer las cosas cada vez mejor, y hay que buscar por todas las vías el residuo cero. Creo que esta tendencia es imparable y todos hemos de poner nuestro granito de arena para proteger el medio ambiente”.