Especial sequía (III): El suelo puede ser un gran aliado en la lucha contra la escasez hídrica
Controlar lo que pasa en el suelo es clave para luchar contra la escasez hídrica. Lo podemos hacer desde el punto de vista mecánico, tratando el suelo con elementos que modifiquen su estructura para conseguir retener el agua y la tierra; con tratamiento químico, a base de compuestos que mejoran funciones de la planta o el suelo; y en el rango microbiológico, con el manejo de los microorganismos que facilitan a las plantas su supervivencia en contextos de estrés hídrico.
Sara Ibáñez: “La salud del suelo es fundamental para afrontar cualquier contingencia”
Para analizar la estrategia de lucha contra la sequía desde la perspectiva del suelo nos hemos vuelto a poner en contacto con Sara Ibáñez, a quien entrevistamos recientemente. Esta ingeniera agrónoma es responsable del Área de Suelos del Centro Valenciano de Estudios sobre el Riego de la UPV y vicepresidenta de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo.
Arranca actualizando un dato que ilustra que en el área mediterránea no podemos bajar la guardia nunca, a pesar de que nuestra comunidad no pasa, a día de hoy, por la situación crítica de Cataluña: “En la Comunidad Valenciana, este año hidrológico está siendo muy malo; los pasados no lo fueron tanto, pero este, de momento, pinta mal”. Y recuerda la tendencia que nos está enseñando el cambio climático: “Las lluvias son cada vez más torrenciales, pero hay menos episodios de precipitación; lo que significa que cae aproximadamente la misma cantidad que otros años pero en menos tiempo, lo que hace más difícil su aprovechamiento”.
En cuanto al suelo, empieza por lo general: “La salud del suelo es fundamental para afrontar cualquier contingencia: este es el principio general que debe regir cualquier actuación: podemos decir que si el suelo está en buenas condiciones, todo va a ir mejor”. E introduce el prefijo bio porque hay dos familias de productos que contribuyen a mejorar la salud del suelo y de la planta: los biofertilizantes y los bioestimulantes. Si hacemos una subdivisión general para definirlos, podríamos decir que los primeros actúan sobre el suelo y los segundos sobre la planta. Pero muchos de ellos lo hacen sobre ambos. Según ella, “a nivel de consumo, la verdad es que hay poco criterio de distinción entre ambas familias de productos”.
El prefijo bio agrupa a muchos productos que están saliendo ahora al mercado debido a la nueva legislación europea. “El bio está en contraposición a la parte de la química de síntesis que se había aplicado a los fertilizantes usados sistemáticamente durante mucho tiempo”, explica Ibáñez, que detalla sus diferentes usos: “Unos mejoran la fertilidad del suelo, la acción del producto o el resultado que se quiere obtener. Algunos aportan fertilizantes, materia orgánica o directamente algún tipo de nutriente para la planta o incorporan algo que mejora su capacidad extractiva. Y son bio porque mejoran la microbiología del suelo. Consiguen activar los elementos inmovilizados y que la biota los ponga a disposición de la planta. O mejoran el funcionamiento del suelo. O aportan directamente nutrientes”.
También hay productos bio que mejoran la respuesta al estrés hídrico: “Preparan propiedades del suelo para que las plantas resistan mejor los procesos de estrés hídrico o salino y consigan una mejor disponibilidad de agua para la planta”. Sara Ibáñez recuerda que la salinidad alta “provoca toxicidad, pero primero provoca estrés hídrico: la planta, para intentar compensar, saca su agua para diluir los nutrientes del suelo. Hay una serie de productos que permiten que la planta pueda rendir igual que si no tuviera ese estrés hídrico. Es una generación de productos que lleva tiempo en el mercado, y que al disminuir la fertilización química están dando bastante juego. Son biomejoradores del suelo: suelen tener una composición algo diferente a los de fertilización. Mejoran la estructura del suelo y estimulan el desarrollo radicular para que la planta pueda absorber mejor”.
Mari Cruz Díaz: “Hay que conservar el agua cuando la hay”
Mari Cruz Díaz, presidenta de la Asociación Nacional de Ingenieros Agrónomos, es otra reputada especialista del suelo agrícola. Recientemente ha publicado un artículo en El País sobre la sequía. Por tanto, si hablamos sobre suelo y sequía, ella es una referencia obligada. Para empezar, lanza una de sus máximas: “Hay que conservar el agua cuando la hay. Lo peor que nos puede pasar es que haya mucha escorrentía y mucha erosión”.
La composición del suelo es fundamental. La presidenta de ANIA explica que el suelo tiene dos características morfológicas fundamentales: “Una es la textura, que indica la proporción en que se encuentran las tres partículas que forman el suelo: arena, limo y arcilla; y otra la estructura, que indica cómo están dispuestas esas partículas”. No se puede modificar la textura, pero sí la estructura: “El mejor método es aumentar el porcentaje de materia orgánica, es decir, añadir estiércol para esponjar el suelo y aumentar su capacidad para retener el agua. Pero también hay que tener cuidado con la primera lluvia, puesto que la materia orgánica la repele, y esta agua corre y se lleva toda la materia orgánica: en ese caso, los suelos se quedan lavados y desprotegidos”.
Otro de los grandes enemigos del aprovechamiento hídrico es la formación de una película impermeable sobre la tierra, característica de los suelos secos: “Cuando el suelo está seco y empieza a llover, nos interesa romper esa capa superficial. Se puede conseguir mediante pequeñas labras, poco profundas, que permiten que el agua penetre en la tierra y se filtre hasta los acuíferos”, ilustra Díaz, quien recuerda que en nuestro país “el suelo es muy montañoso; lo que interesa es que el agua esté en contacto con la superficie del suelo el mayor tiempo posible, y eso se consigue abancalando, escalonando. Tradicionalmente, en la zona de Levante, se han datado terrazas de más de 3.000 años. Los más antiguos ya sabían esto”.
Hay más recursos para mantener el agua en el suelo el mayor tiempo posible: “También podemos jugar con la vegetación. Han tenido gran resultado, sobre todo en olivos, los bordes de vegetación que consiguen parar el agua. Hay que procurar que el suelo esté lo menos desnudo posible. Esto ha generado muchas veces problemas con el agricultor, que siempre ha querido un suelo limpio para no ser tachado de vago. Ha costado bastante que entiendan que es mejor que el suelo esté lo más tapado posible”, recomienda la presidenta de ANIA. Ella también subraya la importancia de la salud del suelo: “Los suelos en España son muy pobres y el manejo es fundamental, eso es algo que el agricultor conoce bien. Tienen poca materia orgánica. Son suelos que se han cultivado durante más de 2.000 años. Nuestro clima y nuestro tipo de roca hacen que materia orgánica se mineralice mucho más rápido que en otros sitios, por el calor y por el pH. El 75% son suelos calizos y eso hace que se mineralicen más rápido. El cultivo va gastando los nutrientes del suelo y si no se reponen, baja el rendimiento”.
Estas son las recomendaciones de Mari Cruz Díaz para el manejo del suelo cuando se prevén lluvias: “Pasar de sequía a proceso de tormentas es muy difícil. Lo más recomendable es tener el suelo cubierto con vegetación antes que limpio para que retenga agua; procurar jugar con franjas de vegetación, procurar acercar las labores a la época en la que se prevé que va a llover. Así se puede además frenar la erosión, que es lo peor: la mayoría de las veces, la causa de la contaminación es que el suelo se va a otro sitio. La erosión es el problema medioambiental más grande, y después, la salinización”.
Salvador Roig: “Cazamos, reforzamos e inoculamos la microbiota del suelo”
Hay otro colegiado que puede aportar una visión fundamentada sobre sequía y suelo. No en vano, Salvador Roig, CEO de Terrapi World, dirige un proyecto que ya está en marcha y gracias al cual se están plantando 100 millones de árboles en el desierto de Arabia Saudí.
“Nosotros trabajamos en tierras abandonadas o en desuso. Nuestros clientes quieren recuperarlas para uso agrícola o regenerar suelo. En muchos casos, se trata de proyectos de secano y no hay posibilidad de acceso a otra agua que no sea de lluvia. En estos casos, primero hacemos un estudio de la microbiota del suelo, la que está adaptada a las condiciones de este sistema. Mediante diferentes técnicas microbióticas, la cazamos, la reforzamos y la reinoculamos en numerosas ocasiones durante el crecimiento de los árboles. Esta práctica consigue aumentar la potencia de estos microorganismos locales”, explica Roig. A diferencia de un hospital, que se ha de mantener aséptico, en estos casos, cuanta más microbiota haya y más activa sea, mejor. “Los microbios hacen simbiosis con la raíz y generan una resiliencia a la escasez hídrica. Siempre se te muere alguna planta, pero la mortalidad no suele rebasar el 12%. Esto lo hacemos también en el proyecto de Arabia Saudí, que va viento en popa”, asegura este ingeniero agrónomo.
La falta de agua en los inicios de la planta es la clave para su supervivencia posterior: “Los primeros años los maltratamos para que enraícen en condiciones de estrés. Si los riegas, la raíz deviene más superficial, pero si les obligas a sufrir, la raíz profundiza más y prepara a la planta para sobrevivir en condiciones muy adversas”, mantiene el CEO de Terrapi World, que trabaja sobre todo con leñosos en Baleares; y reconoce que el árbol “no tira igual. Hablamos de un paradigma de producción diferente, pero que es obligado: en Baleares está habiendo muchas restricciones a la extracción de aguas subterráneas y, por tanto, la gente tenderá a ir a estas técnicas porque el agua va a ser un recurso muy limitado”.
No obstante, la técnica de inoculación de microorganismos potenciados no solo está disponible para leñosos: “También trabajamos con cereal, inoculamos semillas con microorganismos, pero poca gente está dispuesta a probar estas técnicas. Veo más predisposición para implementar estas nuevas técnicas a sus cultivos en agricultores de la Comunidad Valenciana o de Murcia, que es gente muy profesional que va en la punta de la lanza”.
Otra de las claves que destaca Salvador para luchar contra la escasez de agua es tener en cuenta el relieve del terreno: “Nosotros hacemos un estudio topográfico muy afinado de curvas de nivel y diseñamos las predicciones sobre el movimiento hidrológico de la parcela. Establecemos modelos a 10, 20, o 50 años. Localizamos las curvas de pendiente y maximizamos las curvas de nivel sobre la infiltración del agua. Lo hacemos con un topógrafo o con un vuelo de dron, y extraemos los datos que luego cruzamos con la pluviometría para generar modelos de plantación”.
Biome Makers: Tecnología para minimizar los efectos de la sequía
En Biome Makers aplican técnicas de secuenciación del ADN, bioinformática e inteligencia artificial para analizar la biología del suelo y otorgar un informe sobre la funcionalidad del microbioma dividido en 3 categorías: calidad del suelo, salud y nutrición.
El ácido salicílico es una fitohormona que juega un papel importante en la respuesta de las plantas frente al estrés hídrico, lo que lo convierte en una herramienta clave para identificar y contrarrestar los efectos negativos de la sequía en los cultivos. Permite conocer y aprovechar el efecto amortiguador del suelo en los daños que causa la sequía en los cultivos, como la marchitez, la necrosis y la muerte celular.
Conociendo el comportamiento de la microbiota del suelo y su interacción con el medio y el cultivo se podrán tomar medidas para aumentar factores clave como la biodiversidad y la funcionalidad, lo que apoyará un aumento en el potencial de producción de defensas contra la sequía.
También es importante usar técnicas de manejo para mejorar la salud del suelo, como incorporar materia orgánica para aumentar la retención de agua o utilizar técnicas de cobertura vegetal para proteger el suelo del sol y del viento, ya que pueden producir cambios significativos en las comunidades del microbioma del suelo.
Biovic: El digerido proveniente de las plantas de biogás/biometano mejora la retención de agua del suelo
La fertilidad de los suelos mejora con el aumento de materia orgánica y al mejorar este parámetro, de manera directa, se aumenta la capacidad de retención de agua. Este hecho, minimiza, por tanto, los efectos de la sequía y favorece la lucha contra el cambio climático.
Desde Biovic Consulting, partner del COIAL, proponen el uso de digerido proveniente de las plantas de biogás/biometano para una aplicación agronómica, como enmienda orgánica o producto fertilizante, para mejorar la retención de agua del suelo. Esta práctica contribuye a la fertilidad y potencia la vida del suelo a largo plazo; su contenido en ácidos húmicos y fúlvicos aumenta la aportación de humus al suelo, incrementando así la materia orgánica y mejorando las propiedades y estructura del suelo. Esta mejora en la estructura del suelo provoca, de manera paralela, una mayor capacidad de almacenamiento de agua de los suelos.
Además, los nutrientes y micronutrientes de los sustratos iniciales permanecen en el digerido, haciéndolo un producto atractivo para la agricultura. El contenido en nitrógeno, fósforo y potasio tiene el beneficio adicional de fertilizar las tierras de cultivo. La aplicación del digerido se puede realizar sin ningún procesamiento adicional o separando el digerido en sus fases sólidas y líquidas.
Los digeridos pueden ser un elemento estratégico para aumentar la capacidad de los suelos agrícolas para almacenar carbono. Este aumento de materia orgánica va a provocar una mayor capacidad de retención de agua de los suelos que quedará a disposición de los cultivos y, por tanto, minimizará los efectos de la sequía.
Plymag: mejorar el radio y la distribución del bulbo húmedo
Cuando un suelo recibe agua de lluvia o de riego, llega un momento en el que se satura y no puede retener más agua: es el momento en el que el suelo comienza a drenar agua por lixiviación. Tras este drenaje, en el suelo queda una cantidad de agua relativamente constante, a la que llamamos capacidad de campo. El cultivo aprovecha esta agua y la consume hasta que llega a un nivel de humedad en el que las raíces no son capaces de extraer más agua del suelo, lo que conocemos como punto de marchitez permanente. Por lo tanto, la cantidad de agua disponible para la planta será la diferencia entre la capacidad de campo y el punto de marchitez permanente.
Estos conceptos que menciona Plymag, partner del COIAL, se ven afectados por la edafología, la climatología y el sistema de riego del campo, que no son posibles de controlar, pero sí de influenciar. Existen 3 modalidades de riego principales: superficie, aspersión y localizado (o por goteo) donde se forma el conocido “bulbo húmedo” (zona donde se desarrolla el sistema radicular de las plantas) y cuya forma, distribución y tamaño varía en función del tipo de suelo, su textura y su contenido en materia orgánica.
Independientemente del sistema de riego utilizado, el agua genera una distribución en el suelo, que no siempre es favorable para sacar el máximo rendimiento al cultivo. El planteamiento de Plymag consiste en mejorar el radio y la distribución del bulbo húmedo, mejorando tanto la estructura del suelo como los canales de distribución del agua. Generando un bulbo húmedo, capaz de arropar a toda la raíz, se propicia un desarrollo homogéneo.
Atens: Lograr la adopción generalizada de las micorrizas
Nuestro partner Atens nos transmite la importancia de la biotecnología, uno de los campos que desde hace ya tiempo ofrece soluciones innovadoras, efectivas y contrastadas tanto en estudios científicos como en campo.
Uno de los desafíos más significativos es lograr la adopción generalizada de la micorriza en los protocolos de cultivos. La aplicación de una buena micorriza no solo aumenta la eficiencia de uso de los fertilizantes mediante la optimización en la absorción de nutrientes, sino que también refuerza la resistencia de las plantas ante condiciones adversas como son las sequias, contribuyendo al aumento del rendimiento agrícola gracias a la mejora de la eficiencia en el uso del agua.
Otro elemento clave que permite aumentar la tolerancia a la escasez de agua es la fibra vegetal. Se trata de una fibra soluble de alta viscosidad con una alta capacidad de retención de agua. Esta tecnología, presente en muchas de las formulaciones de Atens, aumenta la capacidad de retención de agua en suelo, permite que la planta tenga más agua disponible y con el mismo aporte hídrico pueda desarrollar más biomasa y ayuda a paliar los síntomas de la sequía manteniendo el contenido de agua en las hojas.
Para avanzar hacia una agricultura de precisión también hay que mejorar la capacidad de obtener información precisa tanto del suelo como de los cultivos. En este ámbito, los análisis de suelo utilizando técnicas de metabolómica y metagenómica ya desempeñan un papel destacado, y se anticipa que su importancia será aún mayor y más determinante en el futuro cercano.