La saga Rel: un padre y sus dos hijos, unidos por la ingeniería agronómica
Con Antonio, Toni y Andrés Rel inauguramos en el COIAL una serie dedicada a las sagas familiares. Queremos retratar la trasmisión de la vocación, el legado de padres a hijos de una profesión en un proceso constante de cambios. Queremos saber cómo se respira en los hogares donde nuestra profesión ha echado raíces. Conocer los mecanismos a través de los cuales los hijos hacen suya la vocación del padre. Y certificar los cambios que a lo largo de las décadas ha experimentado la ingeniería agronómica a través de sus protagonistas. Si perteneces a una de estas sagas, ponte en contacto con el COIAL. Estaremos encantados de que formes parte de esta serie.
El patriarca estudió la carrera ¡en unos recreativos!
Recibimos a los tres ingenieros agrónomos en la sede del COIAL. Con voz pausada, Antonio, que a sus 74 años transmite paz, inicia la conversación recordando que su vocación surgió casi por casualidad. Comenzó estudiando Ciencias, pero pronto se dio cuenta de que su futuro estaba en la Escuela de Ingenieros Agrónomos. «No existía la carrera como tal en la Facultad de Ciencias. Y debido a la alta demanda, tuve que entrar en la escuela, que estaba en la UPV, como oyente el primer año”. Pero la criba al final de ese curso fue tremenda: “De 300 alumnos que éramos, quedamos alrededor de cincuenta, por lo que ya pude acudir como alumno», recuerda.
Mientras estudiaba, tuvo que compaginar su formación con el trabajo en el negocio familiar de recreativos, porque su padre estaba enfermo. «Por las mañanas no podía ir a clase, así que me tocaba estudiar por las tardes con los apuntes que me dejaban mis amigos», explica. A pesar de los desafíos, Antonio logró finalizar la carrera y, con esfuerzo, completó su proyecto: “Tenía un profesor que me preguntó si haría el proyecto sobre un tema que me quería proponer y le dije que sí. Era sobre una depuradora para La Albufera, un tema que me obligó a investigar en libros en inglés y a adentrarme en un campo poco explorado en aquel momento”. Recuerda que tuvo una calificación de ocho porque le faltaba el estudio económico. “Me dio igual, por sacar más nota nadie me iba a pagar más”.
La carrera profesional de Antonio se desarrolló en diferentes ámbitos, buena prueba de la versatilidad de nuestra titulación. Comenzó en el sector del frío, pero pronto derivó hacia una cooperativa dedicada a estructuras metálicas y de madera. Posteriormente, encontró su lugar en la Caja Rural, donde se especializó en tasaciones y préstamos agrícolas. «Fui muchas veces a Países Bajos, a Alemania y a París para aprender sobre sobre diferentes campos y trasladar ese conocimiento aquí», recuerda con orgullo. También participó en la planificación de numerosos proyectos de regadío, ayudando a transformar muchas explotaciones agrícolas, actividad que compaginó con su trabajo en la Caja Rural hasta que un problema cardíaco que requirió una cirugía compleja le empujó a jubilarse con 62 años.
Un hogar marcado por la ingeniería
Para sus hijos, Toni y Andrés, la presencia de la ingeniería agronómica en sus vidas fue constante. «Siempre lo veíamos en el despacho, haciendo proyectos de regadío. Nos enseñó a manejar el ordenador y a entender la importancia de su trabajo», rememora Toni. Andrés, por su parte, recuerda cómo de niño siempre terminaba estropeándole el ordenador a su padre. «Ahora, ironías de la vida, soy el que más sabe de informática en la familia, y me piden ayuda cada vez que la necesitan «, bromea.
El trabajo de Antonio les inculcó valores como el esfuerzo y la responsabilidad. «Nos enseñó que cualquier problema tiene una solución si te esfuerzas lo suficiente», añade Toni. Recuerdan con cariño las visitas a las obras y las largas conversaciones sobre proyectos de riego en la mesa familiar. También cuando en los años en la escuela de ingenieros ayudaban a su padre con los planos y así, de paso, rompían mano.
El relevo generacional
Para Toni, la decisión de estudiar ingeniería agronómica fue más un camino natural que una elección meditada. «Yo ya acompañaba a mi padre a medir campos y a ver instalaciones de riego desde el instituto. Al final, fue lo más lógico», explica. Andrés, en cambio, llegó por descarte. «Mi primera opción era arquitectura, la segunda ingeniería industrial y la tercera ingeniero agrónomo. No me llegó la nota para la primera, y entre industriales y agrónomos me decanté por la segunda, porque pensé que mi padre me podía servir de apoyo», confiesa.
Con el paso de los años, Toni tomó el relevo en el negocio familiar, especialmente tras la operación de corazón de Antonio, que lo obligó a apartarse del día a día de los proyectos. «Él nos supervisaba y nos daba consejos, pero nos tocó coger las riendas», explica Toni. Andrés, por su parte, ha orientado su carrera hacia la digitalización agrícola. «Todo lo que hacíamos antes con planos a mano, ahora lo resolvemos en minutos con programas informáticos», dice. Y habla de los contrastes entre el pasado y el futuro. “El otro día vi en redes sociales un video de unos topógrafos que dibujaban planos de gran tamaño tumbados en el suelo, algo impensable hoy en día con la tecnología actual”.
El cambio generacional no ha sido fácil, pero ha traído consigo mejoras y nuevas formas de trabajo. «Mi padre hacía los proyectos a mano, mi madre, Amparo, los pasaba a máquina y los llevaba al colegio para visar. Nosotros lo hacemos todo digital. Pero la esencia sigue siendo la misma», apunta Andrés. «Él nos enseñó la importancia de la precisión y la planificación».
Un legado en constante evolución
A pesar de la evolución del sector y los cambios tecnológicos, hay cosas que no han cambiado. «Siempre hemos hablado de ingeniería en la mesa. Nuestra madre nos aguantaba a los tres. Ella trabajaba de administrativa en Radio Castilla, pero al nacer yo lo dejó para dedicarse por completo a la familia», cuenta Toni. Amparo fue una parte fundamental en la estabilidad del hogar, y apoyó sin reservas a su esposo en los momentos difíciles.
Cuando le preguntamos sobre el Colegio de Ingenieros Agrónomos de Levante, Antonio evoca sus años profesionales: “¡Pues no he venido yo aquí veces a visar! Yo me he sentido muy seguro de saber que el trabajo que he hecho ha estado bien respaldado», dice. Su hijo Toni, que también utiliza el servicio de visado del COIAL, coincide en la importancia de este respaldo. «El Colegio te da tranquilidad. Si algo falla, tienes un seguro de responsabilidad civil que te protege», explica Toni, que reivindica el apoyo de los organismos públicos a los colegios profesionales: “La administración, a través de la declaración responsable, carga toda la responsabilidad en el ingeniero, y no les importa si el proyecto puede tener errores que subsanaría el visado. Pero si por lo que sea, el proyecto falla, te puede buscar la ruina tanto económica como personal, y no debemos de estar expuestos a eso. Por eso yo viso todos mis proyectos y tengo mi seguro de responsabilidad civil con el COIAL”.
Mejorar la vida de los agricultores
Para los Rel, la ingeniería agronómica no es solo una profesión, sino una forma de mejorar la vida de los agricultores. «Hemos automatizado compuertas del Tribunal de las Aguas, con tecnología Rubicom y suministradas por Regaber, para que los agricultores no tengan que madrugar para abrirlas manualmente. Luego llegó la DANA, se rompieron y nos dimos cuenta de cuánto valoraban nuestro trabajo, porque tenían que volver a levantarse a las cuatro de la madrugada para accionarlas manualmente y lo verbalizaban», señala Toni. «Cuando un agricultor te da las gracias porque le has facilitado la vida, sientes que has hecho algo bueno», concluye.
Andrés destaca la versatilidad de la carrera. «Cuando estudiaba, no veía el sentido de aprender tantas cosas distintas, pero ahora me doy cuenta de que me ha dado herramientas para dedicarme a casi cualquier rama», dice. «Hoy en día, la tecnología ha cambiado por completo el sector, pero sigue siendo esencial entender los principios de la agronomía».
Antonio, por su parte, cierra con un consejo: «El saber leer no es solo leer, sino entender y aportar. Esa ha sido siempre mi filosofía». Para él, la ingeniería agronómica no solo es una carrera, sino una vocación que permite marcar la diferencia en la sociedad.
«Hemos logrado adaptar nuestra forma de trabajar a los nuevos tiempos, sin perder de vista la esencia de lo que hacemos», afirma Toni. «Si algo hemos aprendido de nuestro padre es que el conocimiento es una herramienta para mejorar la vida de los demás». Andrés, por su parte, añade que «la innovación y la tradición pueden ir de la mano, y eso es algo que seguiremos defendiendo».
Para acabar, hemos de subrayar que este es un año muy significativo en la saga Rel: tanto Toni como Andrés van a hacer abuelos a sus padres. Sus esposas tienen previsto dar a luz en mayo y en agosto. ¿Seguirán esos bebés la saga familiar? Apostamos a que sí.