29/11/2019

María Vargas, la doctora en ingeniería agrónomica que se ha convertido en «influencer»

El currículum de nuestra colegiada María Vargas no se acaba nunca a pesar de no haber cumplido aún los cuarenta. Esta doctora en ingeniería agronómica, profesora titular y jefa de estudios de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y del Medio Natural de la UPV, es, desde hace unos días, una de las investigadoras más influyentes del mundo. Lo certifica la lista Highly Cited Researchers (HCR) 2019, que elabora cada año Clarivate Analytics para dilucidar quiénes son los investigadores más citados a nivel internacional.

Vargas, que investiga en el Instituto de Ingeniería de Alimentos para el Desarrollo de la UPV, centra sus investigaciones en el desarrollo de biopolímeros como el quitosano o el almidón, que utiliza para crear películas y recubrimientos activos que prolongan la vida útil de los alimentos. En este momento, la doctora es investigadora principal de un proyecto financiado por la Generalitat Valencia que utiliza nanopartículas de quitosano para para el control del hongo Botrytis cinérea.

A lo largo de casi veinte años de carrera, esta doctora ha dirigido quince tesis de máster y cinco tesis doctorales, ha participado en una veintena de proyectos de investigación y ha coescrito más de 50 artículos en revistas SCI, además de seis capítulos de libro publicados en editoriales internacionales de reconocido prestigio. También ha sido investigadora visitante en la University of Massachusetts.

A pesar de su baja por una recién estrenada maternidad, María responde a nuestras preguntas con amabilidad.

¿En qué consisten tus investigaciones?

La línea de investigación en la que trabajo tiene como objetivo obtener envases y recubrimientos que sean comestibles para aumentar vida útil de los alimentos. Mis proyectos se desarrollan bajo parámetros de sostenibilidad, con vocación de llegar a formar parte de la economía circular: reciclar y aprovechar subproductos. Trabajo sobre todo con el polímero quitosano, que se obtiene de los caparazones de las gambas y otros crustáceos. Tras pasar por un proceso químico a base de sosa se convierte en quitosano. Tabién se puede obtener a partir de algunos hongos, como por ejemplo el Aspergillus niger, o del almidón.

¿Qué usos concretos se puede dar al quitosano?

Tiene muchos. Presenta propiedades antimicrobianas: si lo aplicas recubriendo alimentos consigues, con apoyo de refrigeración, duplicar la vida útil de, por ejemplo, unas fresas. Además, el quitosano puede encapsular sustancias antibacterianas. También atrapa con facilidad el ácido oleico, lo que te da la opción de generar una película de aceites esenciales. Y es comestible en todos los casos, claro… Además, tiene aplicaciones biomédicas, como protector para las heridas. Son enfoques que te permiten utilizar unas cosas que se usaban para otras y evitar el uso de fitosanitarios.

¿Cómo se aplica?

Normalmente se aplica en la fase de poscosecha, aunque también se puede rociar directamente la planta con un spray cuando aún está en el campo. De esta manera puedes evitar infecciones antes de la recolección.

¿Cuál ha sido la clave para entrar en esa lista?

La empresa Cleveage analytics hace un estudio cada año con el impacto de publicaciones internacionales de prestigio. Elaboran un ranking y hacen un corte estadístico a partir del cual un investigador es altamente citado. Pero no valoran los artículos por su contenido sino porque otros investigadores los citan. Y excluyendo a los que se autocitan.

¿Qué importancia le concedes a este reconocimiento?

No me lo esperaba. El año pasado me dijeron que había quedado muy bien en el ranking, pero no estaba pendiente de ver si entraba. Si sirve para visibilizar lo que hacemos, lo miro por esa parte, pero tiene una importancia relativa. Me dicen que soy una influencer y al final es verdad, y además con estas listas tengo constancia de que leen mis artículos, que mi trabajo ayuda al de otros investigadores. De mi área soy la única española que está en la lista y soy la más joven, no hay mucha gente de mi edad que investigue en este campo.

¿Qué aporta a la profesión del ingeniero agrónomo tu entrada en esta lista?

Creo que es un motivo de orgullo para nuestra profesión. La parte que más me agrada es que nos ayuda a visibilizar al ingeniero agrónomo como alguien que investiga y busca soluciones en el campo y en poscosecha para mejorar la vida de los alimentos. Nos posiciona también como una profesión capaz de hacer ingeniería en un laboratorio, de ensanchar las fronteras del conocimiento frente a la imagen más clásica de buscar soluciones para el campo. Y por supuesto, también me encanta la idea de visibilizar nuestra profesión desde la perspectiva de la mujer.