COIAL [CV+IB]24/04/2025

Sonia Fluxá, la ingeniera agrónoma que impulsa el proyecto de desalinización del agua regenerada de Santa Pola

Durante más de dos décadas, Santa Pola ha lidiado con un problema que afecta a muchas localidades costeras: la intrusión marina en el sistema de alcantarillado. Este fenómeno, debido al elevado nivel freático propio de localidades costeras, incrementa los niveles de salinidad en las aguas residuales y dificulta su reutilización. Las inversiones municipales han sido cuantiosas y con ello se ha conseguido reducir considerablemente el problema. Sin embargo, a pesar de haber conseguido mejorar la situación, hasta ahora los esfuerzos no habían logrado situar los niveles de conductividad de estas aguas por debajo del umbral necesario para cumplir con los requisitos de calidad legales de vertido que exige la normativa. «La intrusión del agua del mar en los colectores hace que el agua residual que llega a la depuradora tenga una conductividad demasiado elevada para poder reutilizarse directamente», explica Sonia Fluxá, ingeniera agrónoma, técnica del Ayuntamiento de Santa Pola y colegiada del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Levante (COIAL).

Excelente calidad, demasiada conductividad

«El agua que sale de nuestra depuradora tiene una calidad excelente en todos los parámetros, menos en la conductividad eléctrica», lamenta Fluxá. Esa salinidad excesiva —que supera los 4.000 microsiemens por centímetro, frente al límite de 3.000 que establece la Confederación Hidrográfica del Júcar para autorizar su vertido— imposibilita su uso para el riego en la agricultura o de zonas verdes, según los estándares oficiales. «Hemos intentado de todo para reducir esa conductividad, pero nunca hemos llegado a conseguir los niveles exigidos», asegura.

El problema se agrava porque el agua, de no ser reutilizada, debe ser vertida, lo que conlleva además el pago de una tasa por contaminación. «Acabas pagando por algo que, en realidad, podría ser un recurso valioso, sobre todo en un contexto de escasez hídrica como el actual», explica la técnica municipal.

Soluciones ineficaces

Durante años, el ayuntamiento ha buscado soluciones aplicadas en otras localidades con problemáticas similares. Sin embargo, las propuestas más conocidas para desalación, como la ósmosis inversa, no son aplicables a estas aguas, ya que resultan inviables o incluso contraproducentes. «La ósmosis tiene unos costes muy elevados y genera salmuera que después se tiene que gestionar. Así, si echas mano de esta solución, te sale el tiro por la culata», ironiza Fluxá.

Finalmente, la clave llegó desde la Universidad de Alicante. Allí, el catedrático Vicente Montiel Leguey, director del departamento de Química Física, había iniciado estudios prometedores sobre una combinación de tecnologías que podrían dar respuesta a la situación de Santa Pola. «Nos pusimos en contacto con él porque es del municipio y conoce de primera mano nuestro problema. Su implicación ha sido total desde el inicio», señala Sonia Fluxá.

Un convenio pionero para una tecnología única

Así nació el proyecto de tesis doctoral titulado Proceso integrado de electrodíalisis-electroclorinación para el tratamiento de aguas residuales para uso agrícola y protección del medio ambiente, dirigido por Montiel y con sede en el Instituto de Electroquímica de la Universidad de Alicante. La empresa Eurodia SA, especializada en tecnologías de separación mediante membranas, financia el proyecto y facilita la disposición de todos los filtros, membranas y otros elementos que han sido necesarios para el montaje de la planta piloto.

El proyecto cuenta con un convenio a tres bandas entre la propia universidad, el Ayuntamiento de Santa Pola y la Entidad Pública de Saneamiento de Aguas Residuales de la Comunidad Valenciana (EPSAR).

«Este sistema no existe aún en ningún otro lugar del mundo. De hecho, ya han llamado desde las Islas Canarias interesados en conocer el sistema y los resultados, aunque la dirección científica necesita completar las fases de la investigación, la recopilación de datos y su tratamiento y publicación en revistas científicas, antes de trasladarlos a la opinión pública», traslada Fluxá.

Electrodiálisis y electroclorinación, procesos clave

La planta piloto, desarrollada por Eurodia S.A., combina dos tecnologías: la electrodíalisis y la electroclorinación. La primera permite reducir significativamente la conductividad del agua residual tratada. «Con este sistema se ha conseguido llegar incluso a niveles de 2.000 microsiemens por centímetro, muy por debajo del límite que exige la normativa. Se consigue regular el nivel de conductividad a la salida del agua al nivel deseado.  Eso es un gran logro», explica Sonia Fluxá. Pero lo más innovador llega con el tratamiento del subproducto generado por la electrodiálisis. «Ese residuo no se desecha, sino que se convierte en un producto desinfectante gracias a la electroclorinación. Se cierra así el círculo: no solo eliminamos las sales, sino que generamos un biocida útil para el propio proceso de regeneración o para su aplicación agrícola. Economía circular de manual. Con ello conseguimos cerrar el ciclo integral del agua».

Tras un primer año de ensayos en laboratorio, el proyecto entra ahora en su segunda fase: el traslado de la planta piloto a la estación depuradora de Santa Pola, donde se trabajará con caudales reales. «Los resultados de la primera fase han sido muy positivos y ahora es el momento de dar este paso para comprobar la viabilidad de la tecnología en condiciones reales de operación», especifica Fluxá. «Ahora mismo estamos muy esperanzados. Por primera vez en muchos años, vemos una salida real al problema de la salinidad en las aguas regeneradas».

Un modelo replicable para otros municipios

Según Sonia Fluxá, el problema de la intrusión marina no es exclusivo de Santa Pola. «He estado en contacto con técnicos de otros ayuntamientos que sufren las mismas condiciones. Todos estamos en la misma situación: tenemos un agua que podría ser reutilizada, pero que no cumple con los requisitos por un solo parámetro. Este sistema puede ser una solución replicable, sostenible y eficaz para todos nosotros».

El papel de Fluxá en este proyecto ha sido clave. Desde el ayuntamiento, como coordinadora en los aspectos técnicos, administrativos y de interlocución institucional: «He sido la responsable a nivel técnico de tramitar la autorización de vertido, coordinar los ensayos y las analíticas, contactar con otros municipios y con las administraciones central y autonómica. También he sido quien ha coordinado el convenio con la universidad desde el ayuntamiento y ha mantenido el vínculo con los investigadores, recopilando y facilitando los datos históricos necesarios para el estudio». Su labor pone de relieve la contribución que los ingenieros agrónomos hacemos a la gestión pública del agua y la innovación aplicada.

El horizonte: resultados sólidos en tres años

Aunque el proyecto ya ha arrojado resultados prometedores a nivel de laboratorio, sus impulsores trabajan con un horizonte de tres años para completar todas las fases experimentales. «Estamos concluyendo la primera anualidad del proyecto y si todo va como esperamos, en el tercer año tendremos resultados completamente contrastados que nos permitirán justificar la ampliación del sistema o su aplicación a mayor escala», señala Fluxá.

Mientras tanto, el equipo mantiene una comunicación fluida con EPSAR, que ha mostrado un gran interés en el desarrollo de esta tesis. Nuestra colegiada subraya el papel de la empresa Eurodia en el proyecto. «La empresa ha apostado fuerte a través de su I+D+i, ya que ha puesto a disposición del proyecto todos los sistemas de filtrado y membranas que han sido necesarios para el desarrollo de la planta piloto. Sin ellos, esto no habría sido posible».

«Con este sistema se convierte un desecho difícil de gestionar en un recurso de gran valor. Y con la escasez que tenemos de agua, eso es fundamental», concluye Sonia Fluxá. El proyecto de Santa Pola podría marcar un antes y un después en la gestión de aguas residuales salinizadas gracias a la ciencia y a la tecnología.